Hay películas que uno ve con el corazón, otras con el cerebro… y otras simplemente porque lleva veinte años viendo a Tom Cruise jugar a ser el salvador del mundo mientras se cuelga de todo lo colgable. “Misión Imposible: Sentencia final” llega con la promesa de cerrar un ciclo. Pero lo que entrega es más bien un repaso burocrático a una franquicia que ha pasado de ser cine de espías a convertirse en una convención de PowerPoints con explosiones.
Sí, tiene momentos deslumbrantes —como la secuencia submarina en la que Ethan Hunt lucha contra el frío, la presión y la verosimilitud—, pero el ritmo general de esta entrega parece escrito por un comité que no se puso de acuerdo. El primer acto arranca como si se tratara de una reunión de junta directiva que debió ser un correo. Se dedican 40 minutos a explicar qué es “la Entidad”, a recordar películas pasadas, y a situar cada pieza en un mapa que ya nadie sigue con emoción sino por compromiso.
Tom Cruise sigue siendo un espectáculo andante. Uno que se lanza desde aviones, que pelea en las alas de aviones, que respira bajo el agua y que probablemente podría sobrevivir en el espacio exterior si alguien se lo propusiera. Pero esa insistencia en la verosimilitud física se vuelve su talón de Aquiles. Porque ver a Ethan Hunt tiritando heroicamente en aguas árticas, mientras una bomba amenaza con borrar medio planeta, ya no emociona: provoca carcajadas involuntarias. Lo épico ya da paso a lo ridículo.
El problema mayor no es Tom Cruise —que sigue siendo magnético incluso cuando el guion no lo acompaña—, sino que la historia en sí no sabe a dónde ir. El clímax está en la mitad de la película, y todo lo que viene después es cuesta abajo. Hay intentos de tensión simultánea estilo El regreso del Jedi, con múltiples hilos de acción corriendo a la vez, pero todos suenan a repetición, a fórmula agotada.
Y aunque se intenta dar un cierre emotivo conectando con la primera entrega de 1996, el resultado es más funcional que emocional. Los personajes no evolucionan: sobreviven. Algunos giros narrativos sobran, otros se contradicen, y hay demasiada exposición para una saga que debería hablar más con imágenes que con diálogos interminables.
Angela Bassett destaca como lo mejor del reparto, aportando una presencia imponente en medio del caos. Pero su historia secundaria, mal integrada, se pierde entre las explosiones. Y mientras Tom Cruise sigue firme en su cruzada por salvar el cine de acción clásico, uno no puede evitar pensar que quizás el verdadero “juicio final” es darse cuenta de que la fórmula ya dio todo lo que tenía que dar.
“Misión Imposible: Sentencia final” no es un desastre, pero tampoco es el final explosivo que esta saga merecía. Más que una explosión, se siente como un eco. Y mientras otros directores reinventan el género con creatividad desbordante, Tom Cruise y Christopher McQuarrie parecen haberse quedado en modo repetición. ¿Entretenida? Sí. ¿Memorable? No tanto. ¿Final? Ojalá. Hay que verla, sólo por cerrar el ciclo. PdC.
Crítica de Antelmo Villa.