El Rincón del Loco

“El libro negro” de Orhan Pamuk

“El libro negro” no es una novela policíaca, por más que algún librero despistado la haya colocado entre crímenes y detectives de gabardina. No. Esto es otra cosa. Es un laberinto, un ensayo disfrazado de novela, un viaje existencial con sabor a polvo otomano, niebla del Bósforo y desesperación metafísica. Si Julio Cortázar convirtió Rayuela en una guía literaria de París, OrhanPamuk hace de Estambul un personaje, un escenario, una obsesión.

La excusa argumental es sencilla: Rüya, la esposa del protagonista Galip, desaparece. También lo hace su primo Celâl, un célebre columnista. A partir de ahí, Galip se lanza a buscarlos, pero lo que de verdad busca —y no sabe— es a sí mismo. Lo que sigue no es una trama lineal ni convencional. Es un desfile de recuerdos, calles, artículos, cuentos intercalados y digresiones infinitas que, más que avanzar, se enroscan.

OrhanPamuk escribe como quien necesita sacar a pasear sus demonios. Hay capítulos que brillan como un poema de Sherezade, otros que se hunden en repeticiones y vericuetos innecesarios. Por momentos, uno se siente arrastrado por la belleza de las frases, como si flotara en una melodía árabe. Pero también hay pasajes que pesan, que cansan, que ralentizan.

La estructura es atrevida: capítulos narrativos alternan con los artículos de Celâl, y esos textos, muchas veces mejores que la historia principal, funcionan como el alma intelectual de “El libro negro”. Ahí está la Estambul profunda: su identidad dividida entre Oriente y Occidente, sus heridas coloniales, su incapacidad crónica de ser uno mismo. “Soy otro, luego existo”, se dice en algún momento. Una frase que resume la tragedia de todo un país, de sus personajes y quizá también del propio autor.

Los personajes, por cierto, son casi accesorios. No tienen psicología ni evolución, son marionetas que están donde tienen que estar para que Orhan Pamuk despliegue su obsesión por la cultura turca, la historia otomana, la literatura y la identidad. La historia de amor se esfuma, los protagonistas se diluyen y lo que queda es el eco de una ciudad llena de esquinas polvorientas, portales con secretos, hombres derrotados y sombras que no saben si caminan o ya están muertas.

“El libro negro”, no es un libro para leer con prisa ni buscando respuestas claras. Es un rompecabezas. Un juego de espejos. Una búsqueda con más desvíos que hallazgos. ¿Recomendable? Sí, pero no para todo el mundo. Si buscas acción, sal corriendo. Si te gusta que te cuenten cuentos dentro de cuentos mientras el narrador se pierde entre ruinas y fantasmas, adelante.

“El libro negro” es demasiado largo, sí. Excesivo, barroco, críptico, lento. Pero también es deslumbrante, profundo, único. Deja huella aunque lo abandones a mitad, porque Estambul se te mete en la piel, como la humedad.

No es una novela que se entienda; es una novela que se siente. Aunque duela. Aunque no sepas por qué.

Ferit Orhan Pamuk (Estambul, 1952) es un escritor turco. El 12 de octubre de 2006 ganó el Premio Nobel de Literatura como un escritor que, «en búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal, ha encontrado nuevos símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas», según dice el veredicto de la Academia Sueca. Es el primer turco que recibe este galardón. Sus obras han sido traducidas a más de 40 idiomas. PdC.

Escrito por B. Del Ángel.

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