Voy derecho: Shadow Force suena a título genérico y cumple con creces esa expectativa. Es una película de acción que quiere ser muchas cosas —thriller romántico, drama de espías, historia de redención familiar con tiroteos de por medio— pero termina siendo una cosa tibia, predecible y, lo peor de todo, sin personalidad. Tiene todo el empaque de una superproducción, pero vibra como una cinta que uno encontraría por accidente en el fondo de la parrilla de streaming, después de hacer zapping durante 20 minutos.

Dirigida por Joe Carnahan, ese mismo que una vez nos dio la adrenalina de SmokinAces y The Grey, aquí parece estar operando en piloto automático, como si hubiese perdido el entusiasmo o se hubiera olvidado el guion en casa.  Shadow Force cuenta la historia de Kyrah (Kerry Washington) e Isaac (Omar Sy), dos exagentes de élite de una unidad secreta llamada (adivinaron) Shadow Force. Se enamoran, lo cual está prohibido por el reglamento, tienen un hijo y se largan a esconderse. Años después, como siempre pasa, los encuentran, y se desata el caos con persecuciones, disparos y diálogos que intentan ser profundos… sin lograrlo.

¿El problema? No es que Shadow Force sea terrible, sino que es mediocre. Un guion que apenas sostiene la trama, personajes con motivaciones en piloto automático, villanos de caricatura —Mark Strong haciendo de Mark Strong, versión genérica—, y una falta total de riesgo creativo. Joe Carnahan, que alguna vez supo llenar la pantalla de asesinos con carisma, aquí apenas logra que recordemos los nombres de los secundarios. Todos parecen salidos del mismo molde con chaleco táctico y municiones, sin historia propia ni gracia.

Kerry Washington hace lo que puede, pero se nota que está desconectada. Su interpretación carece del fuego que la caracteriza; aquí está plana, inexpresiva, como si tuviera la cabeza en otro proyecto. Omar Sy, en cambio, se las arregla para darle algo de alma a su personaje. Su mezcla de dureza y ternura, sobre todo en las escenas con su hijo, es lo más cercano a un ancla emocional en este revoltijo. Incluso cuando el guion no lo ayuda, Omar Sy tiene el carisma suficiente para que uno no le quite el ojo.

Hay escenas de acción que podrían haber sido memorables, pero no lo son. Una persecución en carretera con bengalas rojas parece más una prueba de cámara que una secuencia que acelere el corazón. El clímax, un tiroteo en una isla cerrada, es tan confuso como poco impactante: tiros sin coreografía, explosiones que desafían la física y una sensación constante de “¿eso era todo?”.

Hay, eso sí, momentos simpáticos. La presencia de DaVine Joy Randolph y Method Man como secuaces agrega algo de chispa, pero sus personajes están metidos con calzador y no aportan demasiado. El trasfondo multicultural del reparto es refrescante en teoría, pero no se explora más allá de la superficie. Es una pena, porque había elementos para algo distinto.

Shadow Force es una cinta que pudo ser divertida, pudo ser emocionante, pudo ser audaz… pero eligió el camino más fácil: el del relleno. Cumple con la cuota de explosiones, tiene una estructura reconocible y se disfraza de espectáculo, pero no deja huella. Es como una sombra que promete fuerza, pero se queda en penumbra. Una de esas películas que ves un domingo por la tarde y olvidas el lunes por la mañana. Regular. Prescindible. PdC.

Crítica de Antelmo Villa.

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