Koong-see, hija de un rico mandarín se enamoró perdidamente de su sirviente Chang, sabiendo que su amor era prohibido guardaron en secreto sus sentimientos y su relación.
Ella ya había sido prometida en matrimonio a Ta-Gin, un rico virrey, por eso cuando su padre se enteró de la relación con el sirviente, construye una cerca en los jardines de su casa rodeada de árboles junto al río, para mantenerlos alejados.
La boda arreglada con el rico virrey sería en primavera, en la época en que los árboles de durazno se encuentran en flor.
Koong-see con mucho pesar, va viendo aparecer los primeros brotes del durazno, y como esperanza llega por el río una carta de Chang. Los amorosos continúan escribiéndose a escondidas hasta que deciden escaparse en un bote, pero su padre y sus hombres los siguen de cerca.
Navegan juntos por el río hasta llegar a una isla donde vivirían felices, pero Ta-Gin descubre donde están y mata a Chang. Koong-see, desesperada, prende fuego a la casa y muere envuelta en llamas. Los dioses al ver esta desgracia deciden convertir a la pareja en dos aves unidas por siempre…
Esta es la historia de un amor que durante muchos años nos ha acompañado; es la relación imposible de dos amantes que traspasó las fronteras y el tiempo; un amor prohibido que por unas pinceladas de color azul cobalto quedó para la posteridad grabada en la loza brillante de una vajilla muy peculiar que al verla reconocemos inmediatamente.
Ustedes ya se han de estar imaginando, y sí, es la vajilla de Sanborns, pues en esa taza donde infinidad de veces hemos bebido café o té, en ese plato pequeño donde nos han servido la fruta o en el plato grande en donde hemos degustado los tradicionales molletes o enchiladas suizas, ahí se encuentra plasmada esta historia de amor.
La próxima vez que vayan, dense un momento para conocer la historia; ahí grabados están los jardines, los árboles de durazno, la casa de los amantes, ahí podrán ver a Koong-see y a Chang convertidos en aves. PdC.