Mientras que por un lado se desperdician los alimentos, por otro lado hay quienes como se dice: no tienen ni un pan que llevar a la boca. Es común ver en el restaurante o en nuestro entorno, la escena de algún comensal que devuelve el plato de comida a la cocina con una buena porción de lo que le fue servido y que irá al bote de basura.
O en la misma casa, cuántas veces no hemos dejado o alguien de la familia no se termina el café, el refresco, el agua de frutas o el guiso…y luego nos enteramos que existen países en donde hay miles, millones de personas que no tienen que comer porque sus tierras no son fértiles y no producen alimentos.
Más que una paradoja es la falta de conciencia sobre el desperdicio de alimentos que en el mundo se tiran cerca de mil 300 millones de toneladas de comida, suficientes para dar sustento a dos mil millones de personas.
En América Latina y el Caribe se estima seis por ciento de las pérdidas mundiales de alimentos y cada año se pierde y desperdicia alrededor del 15 por ciento de sus alimentos disponibles, aun cuando 47 millones de sus habitantes todavía viven día a día con hambre.
A nivel global, cerca del 14 por ciento de los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta minorista.
A ello se suma el hecho de que aproximadamente el 17 por ciento de la producción total de alimentos se desperdicia: 11 por ciento en los hogares, cinco por ciento en los servicios de comidas y dos por ciento en el comercio al menudeo”, refiere la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Cuando tiramos a la basura la porción de comida que ya no queremos, no solo desperdiciamos lo que no se consume, también se despilfarran todos los recursos: las semillas, la energía, la tierra, el agua, los piensos o forrajes, entre otros; así como el dinero y la mano de obra que se emplean en producirlos, recolectarlos, elaborarlos, transportarlos y cocinarlos.
“El hecho de que se produzcan cantidades sustanciales de alimentos pero que los seres humanos no los coman tiene importantes impactos negativos: ambiental, social y económico”, por lo que “reducir el desperdicio de alimentos en el comercio minorista, el servicio de alimentos y el hogar puede brindar múltiples beneficios tanto para las personas como para el planeta”.
En nuestro país, de acuerdo con el Banco de Alimentos de México, organización de la sociedad civil, un tercio del alimento producido se desperdicia, lo que equivale a 38 toneladas por minuto, que bien podrían alimentar a 25.5 millones de personas con carencia alimentaria.
Una forma de tomar conciencia sobre el desperdicio de alimentos es antes de servirnos o pedir en el restaurante, pensar si lo vamos a consumir todo, de otra forma, mejor evitar el despilfarro de comida. PdC.
Con información de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Foto de Cheng-cj.