Es muy alarmante ver en lugares cerrados que las personas han bajado completamente la guardia con respecto a las medidas sanitarias y preventivas contra el coronavirus pues ya no usan cubrebocas ni gel antibacterial.
Además de alarmante, es preocupante luego de leer lo que informa la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su portal sobre que la variante ómicron ha resultado ser más transmisible que la delta, y continúa mostrando una elevada mortalidad debido a la intensidad de la transmisión.
En la alocución celebrada el pasado 2 de diciembre del Director General de la OMS, fecha en que se cumplió un año en que éste organismo anunció la nueva variante, ómicron, virus que sigue evolucionando.
No obstante que el número de muertes ha disminuido, la semana pasado más de 8 mil 500 personas murieron, lo cual es inaceptable pues han transcurridos tres años desde el inicio de la pandemia, cuando disponemos de tantas herramientas para prevenir las infecciones y salvar vidas.
Hoy en día, el número de sublinajes en circulación de la variante ómicron supera los 500. Todos ellos son altamente transmisibles.
Se replican en las vías respiratorias superiores y tienden a causar una enfermedad menos grave que las variantes preocupantes anteriores.
Y todos tienen mutaciones que les permiten sortear más fácilmente la inmunidad que hemos ido desarrollando.
La OMS estima que al menos el 90 por ciento de la población mundial tiene ahora algún tipo de inmunidad al SARS-CoV-2, ya sea por una infección previa o por la vacuna.
Estamos mucho más cerca de poder decir que la fase de emergencia de la pandemia ha terminado, pero aún no hemos llegado a ese punto.
Las lagunas en cuanto a la vigilancia, la realización de pruebas, la secuenciación y la vacunación siguen creando las condiciones perfectas para que surja una nueva variante preocupante que podría causar una elevada mortalidad. PdC.
Foto de CDC.