La lepra existe; es un padecimiento curable como cualquier otra enfermedad infecciosa. Es producida por la bacteria Mycobacterium leprae, de replicación lenta; un mal infeccioso que puede tardar varios años, de cinco a 20 años en manifestarse.
Aunque su incidencia es baja, reconoce la especialista María del Rosario Morales, es un padecimiento que se olvida, a pesar de que produce estigma y discriminación para la persona enferma.
Un problema que han enfrentado los pacientes con lepra durante la historia de la humanidad. En los tiempos bíblicos debían traer consigo una campana y hacerla sonar para avisar al resto de la población que iban a pasar, a fin de que se alejaran.
Luego se establecieron leprosarios donde se abandonaba a los pacientes a su suerte, en condiciones infrahumanas, donde se enfrentaban a las deformaciones que genera la enfermedad, sin recibir ayuda.
Aún hoy, cuando hablamos de un paciente con lepra lo imaginamos completamente deformado, y eso ocasiona que las familias oculten a los enfermos, refiere la académica del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Hay estadísticas que indican que la lepra impacta más a hombres que a mujeres, en una proporción de dos a uno; como es una infección de un periodo largo, se registra en adultos jóvenes, aunque las deformaciones se manifiestan en edades más avanzadas.
Se dificulta diagnosticarla
El mecanismo de trasmisión de la bacteria no está bien definido; se cree que se presenta cuando una persona inhala gotas de saliva de alguien infectado y al estar en contacto directo y prolongado con el enfermo.
Aun así “existe una susceptibilidad de huésped, porque puede haber 10 personas en las mismas condiciones y no todas se infectan, sino las más susceptibles”, alerta la experta.
De acuerdo con la especialista, los síntomas tampoco son claros y por ello se dificulta el diagnóstico. Una señal puede ser cualquier lesión dermatológica que aparece como única, hipopigmentada (más blanca que el resto de la piel) o rojiza, con bordes elevados, etcétera.
No obstante, “la clave está en la pérdida de sensibilidad en la región donde aparece esa mancha y en los márgenes que la rodean”.
Ante la dificultad para su diagnóstico, el médico debe estar atento a la aparición de cualquier tipo de mancha en el tronco, manos, nalgas o cara; observarla y preguntarle al paciente si siente el contacto del objeto mediante el cual se realiza la exploración. Si no es así, podría ser un indicio de lepra.
A partir de esa sospecha se realizan estudios para establecer un diagnóstico correcto: clínico, histopatología (análisis del tejido), basiloscopia y de reacción inmune (lepromina), entre otros.
Morales Espinosa afirma que al ser curable es importante tratarla a tiempo con poliquimioterapia (es decir, tres medicamentos: clofazimina, dapsona y rifampicina) durante aproximadamente un año y medio, o hasta que se compruebe que la bacteria se eliminó.
La meta es evitar deformaciones o incapacidades de la persona debido a la destrucción de tejido, reabsorción de hueso, o reacción inflamatoria a consecuencia de la respuesta inmune al tratar de destruir al bacilo.
Una vez recibido el tratamiento, el paciente puede llevar una vida normal, abunda la experta. “Lo ideal sería que, si no se erradica, que sean mínimos los casos que se detecten; a las personas que están en contacto con los enfermos hay que darles tratamiento preventivo”.
Eso ayudará a controlar ese mal que es endémico y no epidémico, sobre todo en ciertas zonas de nuestro país en donde todavía se presentan casos activos y nuevos de lepra; hay estados donde su presencia es mayor.
Con motivo del Día Mundial contra la Lepra, que se conmemoró el pasado 29 de enero, la experta destaca que la lepra no se ha eliminado porque impacta sobre todo a poblaciones pobres que se asientan en regiones muy apartadas, y porque se le da más prioridad a otros males que surgen como la COVID-19.
El Día Mundial contra la Lepra, que a partir de 1954 se conmemora el último domingo de enero, tiene el objetivo de crear conciencia sobre la enfermedad descubierta en 1873 por el médico noruego Gerhard A. Hansen, y reducir el estigma contra quienes la padecen. PdC.