CDMX, Octubre 4/23.- Sin lugar a dudas, el mayor depredador es el ser humano, y es que las acciones de la que se supone es una especie “pensante”, han llevado a estar en peligro de extinción a gran parte de las especies animales.
Estamos ante una desaparición masiva de animales nunca antes vista provocada NO por causas naturales como glaciaciones, terremotos o la caídas de un meteorito, sino humana.
El calentamiento global, deforestación, cacería, destrucción de hábitats, etcétera, han ocasionado a gran velocidad la eliminación de ejemplares de vida acuática, aérea y terrestre.
Las cifras lo demuestran
De acuerdo con datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, 41 por ciento de las especies evaluadas de anfibios, 27 por ciento de las de mamíferos, 13 por ciento de las de aves, 37 por ciento de las de tiburones o rayas, 36 por ciento de las de arrecifes de coral y 21 por ciento de las de reptiles, están amenazadas de extinción.
Beatriz Vanda Cantón, académica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, señala que los humanos hemos tratado de reforzar que somos “totalmente diferentes” del resto de formas de vida e “infinitamente superiores” a ellas para legitimar la explotación que hacemos.
No obstante, somos producto de la evolución. Las evidencias aportadas por la genética molecular y la paleontología son irrefutables: estamos emparentados con todos ellos -y con algunos de ellos, de manera estrecha-, por lo que resulta imposible decir que no somos una especie animal más.
Con motivo del Día Mundial de los Animales, que se celebra hoy 4 de octubre, Vanda Cantón refiere que es imperativo que la sociedad deje de considerarlos como cosas. “La cosificación ha sido para darnos permiso moral y material de usarlos, aniquilarlos, explotarlos”.
Antes se hablaba de que sólo los organismos con un sistema nervioso central complejo deberían ser tomados en cuenta y respetados (dada sus capacidades de sentir y de darse cuenta), pero se ha descubierto que otros que no lo tienen, también poseen la capacidad de sentir y experimentar una vida emocional.
Por ejemplo, los moluscos como los pulpos pueden sentir dolor, miedo o ansiedad, así como aprender viendo a otros, razón por la cual también se consideran “sintientes” (que poseen cierto grado de conciencia del medio que los rodea).
Con respecto a los de vida libre, debemos aplicar el principio ético de no interferencia; es decir, no destruir sus hábitats y tampoco sacarlos de ahí. Ocurren desastres cuando los depredamos y los arrancamos de su ecosistema.
En tanto, los domésticos, incluso aquellos que viven con nosotros, pueden ser sujetos de explotación o maltrato, como la compraventa, estar en criaderos, sufrir abandono en las calles, azoteas o patios. Y no hay que olvidar a los cientos de miles que están en bioterios o animalarios dedicados a la investigación o enseñanza.
De acuerdo con la especialista, nuestra relación con ellos debe basarse en principios éticos como evitar dañarlos, y promover condiciones mínimas para que vivan con buenos niveles de bienestar: alimentación adecuada que los nutra y sacie; agua potable a libre acceso; un espacio donde guarecerse de la intemperie (frío, calor, o lluvia), que sea suficientemente amplio para que se desplacen.
Además, que estén libres de enfermedades al dotarlos de medicina preventiva, vacunas, desparasitaciones, curación de heridas; y no ponerlos en situaciones de riesgo físico ni emocional.
Vanda Cantón resalta que poseen un estatus moral. Por ejemplo, la Constitución Política de la Ciudad de México (2017) en su artículo 13 indica que son seres sintientes, y tenemos el deber de respetarlos.
No obstante, a pesar de la existencia de legislaciones locales, hace falta que este principio se consagre en la Carta Magna, además de implementar políticas públicas, adquirir mayor conciencia sobre el tema y reformar los códigos penales en los estados.
“En la CDMX, a raíz de la Constitución de 2017, se hizo más estricta la Ley de Protección a los Animales y se modificó el código penal, tipificando como delito el maltrato y la muerte de ellos, con penas de dos a cuatro años de cárcel”, enfatiza.
Aunado a ello, se requiere educación ética, impulsar a partir de la enseñanza preescolar y primaria una relación positiva con los otros seres vivos. Eso también ayudará a que haya una vida más pacífica entre los humanos, si desde pequeños somos empáticos con el dolor ajeno y nos hacemos cargo de los vulnerables, como son los animales, recalca la experta.
Para la universitaria, es importante ayudarlos a morir en los casos de enfermedad incurable, o con un mal pronóstico vital y funcional a corto plazo.
Es decir, la eutanasia subrogada que decide el tutor, la cual solo es aplicable cuando la muerte es inminente o hay una situación amenazante o limitante para la vida: parálisis, problemas neurológicos, insuficiencia ventilatoria o renal, problemas cardiacos o tumores metastásicos, por ejemplo.
De tener que llevar a cabo ese procedimiento, los responsables de ellos pueden recurrir a la tanatología, que es el acompañamiento para tomar una decisión sobre el final de la vida en el momento adecuado.
“Si los médicos veterinarios tenemos la ley de nuestro lado para administrar la muerte medicamente asistida, debemos hacerlo con todo profesionalismo, aconsejando y acompañando a los tutores”.
Bienestar común
Con base en información de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el 4 de octubre de 1929 se declaró Día Mundial de los Animales por iniciativa de la Organización Mundial de Protección Animal, en un congreso celebrado en Viena. El objetivo era generar una solución al problema de las especies en peligro de extinción.
La conmemoración recuerda también a Francisco de Asís, conocido como el santo o patrono de los animales, quien nació en 1182 en Italia y dejó como enseñanza a la humanidad que debemos comprender cuál es nuestro lugar en la Tierra, ya que el bienestar de nosotros está integrado al de todos las especies y el medio ambiente.
Nuestras ventajas y poder como especie, nos deben hacer responsables de los que son vulnerables y pensar que son “pequeños hermanos”, como decía San Francisco. Los seres vivos estamos de viaje en este planeta, que es la casa de todos, concluye Vanda Cantón. PdC.