Crecí escuchando a mi abuela decir que cuidáramos “el agua porque un día se iba acabar y no habría ni para tomar un vaso”. Ella sí que la cuidaba, es más, ya desde entonces la reciclaba; el agua con que enjuagaba los trastes la usaba para regar las plantas y cuando llovía sacaba cubetas para juntarla y ocuparla para limpiar los pisos y regar los árboles y sus macetas.
Sus dos grandes preocupaciones era el cuidado de los árboles y del agua. Cada que podía insistía en la gran enseñanza que le dejó su padre: “cuida el agua porque un día se va acabar”.
Ella aprendió muy bien la lección que su padre le repetía y que ella también nos lo decía una y otra vez: “no desperdicien al agua porque un día se va acabar y no tendremos ni para beber”.
Cabe decir que mi abuela murió a los 86 y tiene más de 20 años de muerta.
Lo que su padre un día le dijo se hizo realidad. Se está acabando el agua.
Las palabras de mi abuela ahora vienen a mi mente con mucha más fuerza y toman sentido.
Y no es que no tuvieran sentido o no le creyera, es que en ese entonces uno no podía imaginar ni un poco que pudiera terminarse el agua; de hecho cuando enfadada recriminaba a los vecinos que la desperdiciaban, ellos le lanzaban unas miradas como de “qué habla esta mujer, cómo puede decir tal sandez..”
Y así, su gran preocupación se hizo realidad. Estamos viviendo una crisis de agua.
Ayer, en un noticiero escuché que solo nos queda agua para JUNIO y que el nivel de las presas está muy por debajo de lo que se requiere para abastecer a la población.
Y volví a recordar las palabras de mi abuela. Qué razón tenía. El agua es un recurso natural que tal parece que si tiene fin.
“El agua no es tanta como imaginamos, es una cantidad finita, 96.5 por ciento del agua está en los océanos, solo 2.5 por ciento es fresca (dulce), de ese porcentaje la mayor cantidad se encuentra en glaciares en capas de hielo, y otro porcentaje en aguas subterráneas”.
Señala Alejandro Jaramillo Moreno, integrante del Grupo de Hidroclimatología Tropical del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM.
Y sí que es finita, sino preguntémosle a las miles de personas que no tienen agua ni siquiera para cubrir las necesidades básicas.
El experto refiere que fenómenos como urbanización, deforestación, extracción del agua subterránea y cambio climático, entre otros, perturban el ciclo hidrológico natural, lo que influye en la disponibilidad, distribución y calidad del agua.
Las acciones humanas, indica, han generado impactos significativos en los equilibrios de agua y energía que sustentan dicho ciclo, el cual es fundamental para regular su disponibilidad en el planeta.
El agua superficial en las urbes cambió su ruta, al extraerla del subterráneo se contaminan los acuíferos y pueden adquirirse infecciones como Escherichia Coli, salmonella, schistosoma, incluso hepatitis A, lo que ocasiona que mediante ese proceso devolvamos agua de mala calidad e impacte además a otras especies.
Estamos fritos, no hay mucha agua y la poca que se tiene es de mala calidad.
Qué razón tenía la abuela: “no desperdicies el agua porque un día no vamos a tener ni para tomar…” PdC.
Foto de Steve Johnson.