Más películas sobre el autismo deberían ser así como “Siempre juntos”.
Aunque su trama principal gira en torno a Max (Bobby Cannavale), un comediante en apuros y padre de Ezra (William Fitzgerald) y Stan (Robert De Niro), el director Tony Goldwyn y el guionista Tony Spiridakis han logrado evitar los extremos típicos en la representación del autismo: no lo usan ni como adorno inspirador para los demás ni lo endulzan hasta la condescendencia.
Involucrar a personas en el espectro autista directamente en la producción, incluido el propio William Fitzgerald, es parte del éxito. Pero también hay que destacar cómo manejan el tema en pantalla.
“Siempre juntos”, tal como está escrito e interpretado, es una de las representaciones más refrescantes del autismo en los últimos años. El personaje tiene sus fijaciones, pero la producción le da espacio para ser mucho más que eso. El momento más poderoso de la película es cuando Ezra se abre completamente, mostrando una honestidad emocional que otras escenas, entre el secuestro de niños y las aspiraciones de aparecer en Jimmy Kimmel Live!, no logran igualar por completo.
Entre Ezra, Max y sus rutinas de comedia confesional, que Tony Goldwyn y el director de fotografía Daniel Moder filman como un especial de Bo Burnham, trayendo de vuelta su rutina neurótica de “El Lado Bueno de las Cosas”, la película presenta una serie de errores bien intencionados pero aún así dañinos. Estos errores, nacidos de respuestas de lucha o huida, son cubiertos tanto por diagnósticos como por la notable ausencia de ellos.
Aunque algunas acciones son extremas (el secuestro es un punto importante de la trama), las actuaciones subrayan los errores y el ciclo de comportamiento que lleva a los personajes a sus acciones, con la esperanza de aprender de ellos.
Las frustraciones, tanto desde la perspectiva autista como de los cuidadores, se sienten visceralmente auténticas. Incluso las frustraciones sobre esas frustraciones y no saber cómo expresarlas o resolverlas están firmemente ancladas en la realidad, evitando la mentalidad de “padres guerreros” que a menudo domina el discurso.
Para ser en parte una comedia, esta película puede ser bastante dura, y aunque acierta tanto como información y como entretenimiento, hay momentos en los que no parece estar segura de si debe reprender o validar ciertas decisiones. Pero incluso en sus momentos más caóticos, hay una pureza y claridad en su visión que vale la pena respetar, tanto por dar voz a las personas autistas en historias sobre ellas como por hacer justicia a la realidad generacional de esa existencia.
Puede que no alcance la catarsis sincera de aquella “Mary & Max” o la liberación punk de “Pobres criaturas“, pero merece un lugar en la conversación sobre el autismo en el cine, siendo mucho más que la condición de moda.
Concluyo, “Siempre juntos” ofrece una visión fresca y auténtica del autismo, con actuaciones potentes y una narrativa que, aunque a veces desordenada, mantiene un respeto y una autenticidad que la hacen destacar. Una película que, sin duda, debes ver y discutir. PdC.
Crítica de Antelmo Villa.