Por Bernat del Ángel.
Cayó en mis manos un estudio publicado en Nature Aging. Prepárate para lo que vas a leer acerca de tu juventud… o lo que queda de ella.
Uno vive sus veinte, incluso sus treintas, con la alegre certeza de que el tiempo es tu aliado, eres una máquina. Luego, en algún punto entre la resaca de los 40 y los susurros del sexto piso, llega la revelación: envejecer no es un proceso suave ni gradual. No es esa cuesta lenta y estable que nos contaron. Nooo, según la ciencia, envejecer llega en olas. Olas que te golpean justo cuando empiezas a creer que tienes todo bajo control. Ternurita…
Según el documento, esas olas son particularmente fuertes a los 44 y 60 años. Aparentemente, no basta con un pequeño achaque aquí y allá; nuestro cuerpo, ese traidor lacayo, decide organizar cambios biomoleculares drásticos justo cuando estamos empezando a pensar en ponernos serios con la vida. ¡Fuaa gracias, biología!
Los investigadores de Stanford han encontrado que, a los 44, el cuerpo experimenta cambios significativos en su capacidad para metabolizar alcohol y grasas. Es decir, esos chupitos nocturnos y los fines de semana de barbacoa, carne asada y pizza, que antes se disimulaban con facilidad, ahora se acumulan con la misma velocidad que las nuevas arrugas en tu cuerpo. Y no, no es cosa de tu cabeza. Tus células están literalmente reescribiendo el manual de funcionamiento.
¿Y qué haacemos? ¡Preocuparnos, claro! Porque, si a los 44 estamos lidiando con un metabolismo rebelde, espera a los 60, cuando las cosas realmente se ponen interesantes.
A esa edad, los cambios afectan el metabolismo de los carbohidratos, la función renal y la regulación inmunológica. ¡Ay qué risas! Es por eso que los resfriados y la gripe parecen más pegajosos, y las enfermedades crónicas como el cáncer y las enfermedades cardíacas comienzan a hacer cola en la puerta. ¡Tu membresía vitalicia del club de los achaques está lista y enmicada!
Pero no nos pongamos demasiado dramáticos (que después dicen que nos quejamos por vicio). Claro, es fácil reírse de estas cosas, pero cuando te despiertas a medianoche con dolores en la cadera por haberte atrevido a intentar aquel salto del armario… bueno, las risas se hacen más amargas. ¿Y qué hacemos para contrarrestar estas olas de envejecimiento? Pues los científicos sugieren que deberíamos estar prestando más atención a nuestros hábitos de ejercicio y alimentación. Porque, sorpresa, hacer ejercicio y comer bien sigue siendo la respuesta a todo. Y tal vez un poco de movilidad, porque esos músculos ya no se mueven con la misma gracia que antes, gacela.
Es curioso, en realidad, cómo nuestra percepción del tiempo cambia a medida que envejecemos. A los 30 todavía te sientes invencible, como si los 40 fueran una tierra lejana llena de mitos y leyendas. Pero luego llega ese cumpleaños 44, y la ciencia te lanza este pequeño estudio como un regalo no solicitado: “Ah, por cierto, tu cuerpo está en plena metamorfosis. Buena suerte con eso, titán”.
Tony Wyss-Coray, otro investigador de Stanford, tiene un mensaje aún más optimista: “Envejecemos mucho antes de lo que pensábamos”. Gracias, Tony. Era exactamente lo que necesitábamos escuchar en medio de esta crisis de mediana edad. Según su investigación, esos cambios biomoleculares pueden comenzar incluso a los 34 años. ¡Boooom!
Así que, si tienes menos de 44 y estás leyendo esto pensando que te libraste de la ola, bueno… ¡Sorpresa tigre!
Pero a ver, no todo está perdido. Si algo nos enseña esta investigación es que cada uno envejece de manera diferente. Tus 44 pueden no ser los mismos que los de tu vecino cervecero o tu amigo fit. Y si prestamos atención a nuestras señales y tratamos de cuidar nuestro cuerpo, tal vez podamos surfear, como Alan Cleland, esas olas con algo de dignidad olímpica.
O, como dijo Ataúlfo, un colega que justo hoy cumplió 44 y le di a leer el estudio: “Joder, es el peor momento para leer esto”. Y pues, un poco si…PdC.