Imagina que te arreglas de lo más chula, te pones toda en rojo, subes a un restaurante elegante en lo alto de un rascacielos para tener tu primer encuentro después de años de luto… y entonces te llega un mensaje en el teléfono: “Mata a tu cita o matamos a tu hijo”. Así arranca “Drop”, el nuevo experimento de Christopher Landon, quien deja de lado las travesuras slasher de Freaky y Happy Death Day para jugar a lo Hitchcock con una dosis de tecnología, trauma y comedia negra.
La historia gira en torno a Violet (Meghann Fahy), una terapeuta que ayuda a víctimas de violencia doméstica… y también lo fue ella. Su marido no solo la golpeaba, también casi le arruina la vida (y la casa), hasta que terminó con un balazo en el cráneo. Pero ahora Violet quiere volver a vivir. O al menos intentarlo. Por eso accede a salir con Henry (Brandon Sklenar), un tipo tan guapo como sospechosamente perfecto. ¿Demasiado bueno para ser verdad? Pues claro que sí.
“Drop” empieza incómoda, se pone tensa, y luego simplemente explota. Alguien en el restaurante está vigilando cada uno de sus movimientos y le manda órdenes mediante una especie de AirDrop sin copyright. Lo que parecía una comedia romántica con viuda y galán torpe se convierte en una versión digital de Cuando llama un extraño con drones invisibles, camareros incómodos, pianistas ebrios y cámaras en cada rincón. Y si no fuera por Jeffery Self como el mesero más intensamente desubicado de Chicago, el drama se nos iría directo al fondo del abismo emocional.
El mayor mérito de “Drop” es que logra sostener su ridículo argumento el tiempo suficiente como para que empieces a sudar, reír, y sentir una pizca de empatía. Meghann Fahy hace lo imposible: darle corazón a una mujer rota sin convertirla en la típica heroína badass con pasado militar. Aquí no hay ex boinas verdes ni viudas vengadoras con cinturón negro. Violet es fuerte no porque reparte golpes, sino porque ha sobrevivido.
Y sin embargo, cuando el reloj avanza, “Drop” empieza a perder su propio juego. Las revelaciones finales son más planas que el flan del restaurante, los villanos no tienen ni media motivación que convenza, y la supuesta catarsis emocional se siente forzada. El hijo de Violet, un niño traumatizado que vio a papá reventarse los sesos en la cocina, termina convertido en un mini John Wick con coche de control remoto. ¿Tierno o perturbador? Tú decides. Pero es difícil no preguntarse si todo esto era necesario para contar una historia que, en el fondo, intenta ser un drama sobre el duelo y la resiliencia.
Visualmente, la película hace lo que puede con lo poco que tiene: un solo escenario, muchas cámaras y planos desde ángulos que parecen robados de Black Mirror. Hay estilo, sí. Hay ritmo. Pero falta sustancia. Falta una idea que no suene reciclada de otros thrillers más afilados.
¿Vale la pena? Sí, si te gustan las historias de citas desastrosas con bombas emocionales incluidas. No, si buscas una reflexión profunda sobre el trauma, el abuso o la maternidad. “Drop” es, en esencia, un juego de escape disfrazado de thriller emocional. Divertido, tenso, y un poco tonto. Como muchas primeras citas. Regular. PdC.
Crítica de Antelmo Villa.