—¡Qué bonitas piernas tienes!, además eres muy atractiva, cuando quieras ahí en la esquina hay una “casa de pieles”.
¿Una casa de pieles, en dónde…? se preguntaba Laura, quien al caminar el viento levantaba un poco su falda, dejando ver la mitad de sus torneados muslos de piel apiñonada.
Al sentir detrás de ella, la presencia del hombre que le había lanzado tales piropos, Laura apresuró el paso, pero sin dejar de ruborizarse pues el sujeto insistía en la magia de sus dos extremidades inferiores y en la invitación para visitar la “casa de pieles”.
Sin dar más respuesta a las palabras de aquel hombre, que sólo una mirada de desdeño sobre su hombro izquierdo, Laura en su mente dibujaba un croquis de la zona. Pensaba que no estaría mal ubicar la tienda para ir a curiosear, a lo mejor se encontraba algunas ofertas y podría comprar una bolsa, pues la que usaba del diario ya comenzaba a mostrar los estragos de los años que tenía con ella.
Interesada en encontrar el local, preguntó entre sus compañeros de trabajo si sabían de aquel lugar. Llena de curiosidad les platicó de cómo se había enterado de la existencia de ese sitio. Con ciertas miradas y sonrisas suspicaces, sus amigos la escucharon; uno de ellos, él que tenía más confianza con ella, le explicó que aquel sujeto no se refería propiamente a una tienda, sino a una casa de citas, y que la manera en que la nombró, no es más que la forma discreta de llamarle a esos lugares.
Al escuchar la explicación, Laura ya no sabía si enojarse y avergonzarse porque la habían confundido con una “chica de esas” o por ser tan ”inocente” al pensar que el tipo le promocionaba una tienda donde se vendían prendas y bolsas de piel.
Sus compañeros que se dieron cuenta de la turbación, para aliviar un poco su bochorno le dijeron: “no te molestes, tómalo como un cumplido, eso significa que eres muy guapa y llamas la atención de los hombres”.
Laura lo pensó un poco, y sin más pudor, se dijo: “tienen razón, a mis 45 años todavía tengo mi sex-appeal…”. PdC/AVA.
Foto de SD ProPhoto.
