¿Quééé dijo?, ¿Cómo dijo? Si usted es de los que pide que le repitan alguna frase de la conversación, o más aún, cambia las palabras unas por otras, es posible que tenga hipoacusia, y quizá sea de los 70 millones de personas alrededor del mundo con esa condición o de los más de 10 millones de mexicanos que podrían presentar algún grado de disminución auditiva.
Y es que con el uso de cubrebocas, las personas con padecimientos auditivos tienen dificultad para comunicarse; al cubrirles gran parte del rostro, el sonido de las palabras se deforma, les disminuye los decibeles de la voz y les impide la lectura de los labios.
La hipoacusia, término que pocos hemos escuchado, es la reducción auditiva. Una enfermedad que puede ser congénita, es decir, se nace con mala audición; o adquirida, se va perdiendo la capacidad de oír debido a diversos padecimientos.
Antonio Soda Merhy, académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, explica que la anatomía del oído se divide en: externo constituido por el pabellón auricular y el conducto auditivo que termina en el tímpano; el medio donde hay tres huesecillos que son el martillo, yunque y estribo; y el interno formado por la cóclea o caracol y el laberinto (distintos nervios).
La audición se lleva a cabo cuando al entrar la onda sonora impacta al tímpano, que mueve a los huesecillos y el estribo al líquido del oído interno; hasta ahí, el estímulo es mecánico.
Al movilizar al líquido, el caracol funciona como un transductor de energía que convierte los estímulos en ondas bioeléctricas, que a través del nervio auditivo son enviadas a la corteza cerebral donde se procesa para tener la sensación auditiva.
Detalla que hay dos tipos de hipoacusia: las conductivas cuando el problema es en el oído externo o medio; y las sensorineurales, en el oído interno.
El otorrinolaringólogo detalla que cuando hay problemas en el oído externo y medio, y la onda sonora no llega al oído interno, se llama hipoacusia conductiva.
Las causas pueden darse, ya sea porque la conducción del sonido está interferida por un tapón de cerumen o falta de desarrollo del mismo; en el oído medio, por perforación de la membrana timpánica, presencia de moco o pus y caries o fijación de los huesecillos.
En el primer caso hay diversos tratamientos: ampliar el conducto, sustituir la membrana timpánica o colocar algún injerto para corregirla si está perforada, o poner prótesis en lugar de los huesecillos.
En el segundo tipo, cuando una persona nace sin audición, o se pierde progresivamente por el envejecimiento, los audífonos o auxiliares auditivos pueden ayudar. No obstante, si es severa o profunda ya no son de utilidad.
En esta área se registra una “revolución” que son los implantes cocleares, uno de los avances más significativos en otología y en medicina, porque se sustituye un neuroepitelio dañado por un dispositivo eléctrico.
De esta manera, el destino de una persona puede cambiar de ser sordomudo a desarrollar lenguaje normal sin tener que ir a escuelas especiales. PdC.