Se puede estar de acuerdo o no, gustar o no, pero cuando se trata de alimentar al recién nacido, el darle “pecho” se convierte en un tema muy, pero muy importante pues de esto dependerá que el bebé crezca con un sistema inmunológico fuerte.
Y es que amamantar al bebé no sólo es benéfico para el recién nacido, también lo es para la madre. La leche materna aporta proteínas y bacterias intestinales buenas para el organismo del nuevo ser. Para la mamá, la lactancia reduce la incidencia de casos de cáncer de mama o de ovario.
Sin embargo, de acuerdo con datos de la UNICEF y del Instituto Nacional de Salud Pública, en nuestro país solo 28.6 por ciento de los niños menores de seis meses recibe lactancia materna exclusiva; 43 por ciento de los menores de un año consumen fórmula infantil.
El estudio realizado por dichas instituciones, “Publicidad digital de sucedáneos de la leche materna, alimentos y bebidas para niños y niñas menores de dos años en México”, revela que al año se registran más de cinco mil 700 muertes infantiles por prácticas inadecuadas de lactancia materna.
Con base en ello, es que Aurora Martínez González, académica de la Facultad de Medicina de la UNAM (@UNAM_MX) resalta que la lactancia materna garantiza una buena nutrición, protección inmunológica al bebé y disminuye la probabilidad de que madre e hijo presenten padecimientos como obesidad, hipertensión y accidentes cerebrovasculares.
Es de tal importancia, que una persona que recibe como primer alimento la leche de su madre, se programa para una vida adulta más saludable, al disminuir enfermedades que son graves y representan un alto costo a la salud pública.
Primero la dinámica de la vida moderna y luego los mitos que tienen la mayoría de las madres sobre amamantar a sus hijos, evitan que lo hagan de manera natural, no obstante, deben saber que dar pecho ayuda a la madre a enfrentar cambios hormonales.
Disminuye la posibilidad de padecer enfermedades crónico-degenerativas como cáncer de mama, de ovario, osteoporosis, obesidad, hipertensión y diabetes, explica la especialista de la Facultad de Medicina.
Y es que la madurez inmunológica se alcanza hasta los cuatro o cinco años, tiempo en que lo protege por esta vía contra enfermedades como diarreas, padecimientos respiratorios, crónicos y alergias.
“Es tal la fuerza de este alimento que permite que el bebé crezca y alcance la talla requerida en los primeros seis meses, que es la etapa de crecimiento más acelerado de la vida”. PdC.
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