Miscelánea

Ascalapha odorata el alma de los fallecidos

A muchos no les agrada porque la ven como “ave de mal agüero”, portadoras de malas noticias, señal de un mal augurio; y quizá sea una idea no muy alejada de la realidad pues nuestros antepasados así la consideraban como la mariposa de la muerte, el alma de los fallecidos para los zapotecos.

Robert Markens dice que Ascalapha odorata, la mariposa negra, muertera o ratón viejo, era visto como un signo de transformación de la vida a la muerte.

Si bien durante largo tiempo se ha considerado a las mariposas negras como un símbolo de mal augurio, su significado era más complejo en la antigua Mesoamérica, platica el especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, sede Oaxaca.

Los zapotecos prehispánicos de Oaxaca, por ejemplo, se impactaron por su habilidad para transformarse de un organismo a otro durante su ciclo de vida (metamorfosis) y lo utilizaron en su arte plástico, en especial en las vasijas funerarias, para representar la modificación de los vivos en un alma o una esencia espiritual eterna al morir.

También, en ocasiones, en esas mismas vasijas se combinaron elementos de la mariposa con los de otros animales para señalar la facultad del alma del difunto a transformarse en su animal espiritual compañero o nahual, en náhuatl, el idioma de los mexicas, una especie de brujo o ser sobrenatural que tiene la capacidad de tomar forma de animal, indicó Robert Markens, especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, sede Oaxaca.

Explicó que en las creencias mesoamericanas, una persona –numerosas veces una especialista religiosa o un gobernante– tuvo la capacidad de tomar la forma de su nahual, la cual podía ser, por ejemplo, un jaguar, un búho, un lagarto o un animal fantástico.

El término refiere tanto a la persona que tiene esa capacidad, como al animal mismo. Desde esta base de ritos y costumbres prehispánicas han surgido las creencias contemporáneas entre los pobladores de varios pueblos de los Valles Centrales de Oaxaca, como Huitzo, Zaachila y Teotitlán del Valle, de que la polilla negra está vinculada con las almas de los difuntos y, por extensión, con la muerte y el mal augurio.

“Cabe notar que la mariposa abunda cada año en octubre, precisamente en la temporada del Día de los Muertos, cuando las almas regresan a la casa a convivir brevemente con sus seres queridos, familiares”, detalló.

Para comprender la importancia del signo de la mariposa en el pasado, hay que concebirlo como elemento de la antigua cosmovisión zapoteca. Un pilar de su religión era el culto o veneración de los ancestros, lo cual implica que el alma de los occisos era considerada intermediaria entre los vivos y lo sobrenatural; la familia invocaba a las almas de sus antepasados o sus familiares difuntos para pedirles lo que necesitaban: lluvia, salud, fertilidad, o protección, por ejemplo.

Por esta dependencia tan estrecha entre los vivos y los espíritus de los familiares fallecidos, los zapotecos tuvieron la costumbre de enterrar a los padres de familia muertos en las propias casas, en una tumba debajo del piso elaborado de mampostería. Desde los palacios de los gobernantes hasta las moradas más humildes compartieron el mismo diseño.

Como parte de su estudio titulado “Significado de la mariposa en la imaginería zapoteca”, el especialista Markens recordó que el exrector de la UNAM, Alfonso Caso, arqueólogo mexicano que hizo importantes contribuciones al conocimiento de las culturas mesoamericanas precolombinas, en especial del área oaxaqueña, fue el primer arqueólogo en descubrir o identificar el signo de la mariposa en las vasijas efigie funerarias.

Es necesario preguntarse por qué los zapotecos eligieron ese elemento de la naturaleza para referirse a los muertos y sus almas. Probablemente tiene que ver con la capacidad de este insecto, el cual durante su ciclo de vida posee la virtud de transformarse a partir de una oruga, pasar a capullo o pupa, para dar paso a la mariposa.

Por otra parte, prosiguió, los españoles cambiaron las prácticas funerarias tradicionales en el momento de su arribo a Oaxaca. Ya no se enterraban en las casas, sino en el camposanto y luego en los panteones, lo que abrió una gran brecha en la dependencia entre los vivos y los difuntos y en su relación afectiva.

Lo que era la práctica, casi diaria, de respetar, invocar y hacerles peticiones, se transformó en una fiesta anual, el Día de Muertos, comprimida en solo dos o tres días.

De acuerdo con las creencias del México antiguo, el espíritu de los ancestros o los difuntos puede castigar o recompensar, “como todo lo sobrenatural al igual que Dios; si somos pecadores pensamos que este nos está castigando, siempre está presente ese aspecto de lo sobrenatural. Si nos comportamos como gente inmoral, las fuerzas sobrenaturales incluso nos van a castigar”, acotó el antropólogo. PdC.

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