Quién recuerda aquellas tardes cuando con los amiguitos de la calle donde vivíamos, salíamos a jugar “bote pateado”, a “las escondidillas”, a saltar la cuerda, a las canicas, a echar “carreritas”, al “avión” o a “la gallinita ciega”… tiempos aquellos cuando no había peligro de jugar en un parque o simplemente afuera de nuestra casa.
Los niños de la actualidad juegan encerrados en sus casas y de manera individual o remota, destaca la psicoterapeuta infantil y profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, Rocío Nuricumbo Ramírez.
Y es que ahora, los niños se aíslan, ‘se cortan’, no están logrando gestionar de manera adecuada sus emociones, tienen una falta de integración social y pasan mucho tiempo en su recámara o jugando con dispositivos electrónicos, dice la psicóloga.
A propósito del Día del Niño y la Niña, que hoy 30 de abril se celebra, la especialista expresa que el aislarse en la recámara jugando con dispositivos electrónicos generan dificultades en su desarrollo y en la integración a sus actividades regulares.
Algunos padres y madres de familia intentan una mayor socialización y los inscriben en actividades extraescolares, como algún deporte o taller artístico, pero esas son actividades estructuradas, muy distintas a salir libremente a jugar a la calle con otros niños, recalca.
Este fenómeno de aislamiento crece al paso de los años, y se vuelve más significativo ahora que estamos en la era de los videojuegos y los dispositivos electrónicos.
“Una modalidad de socialización es que a veces se conectan con sus propios compañeros en línea y hacen juegos virtuales, pero el riesgo es que a veces no hay una supervisión adecuada de los padres y madres acerca de con quién interactúan, qué temas ven en pantalla y cuantas horas pasan con los dispositivos electrónicos”, refiere.
Socialización real, física
Lo deseable para la psicoterapeuta es combinar estas ocupaciones con otras que sean físicas y procuren mayor socialización real con más menores.
La socialización de hoy es distinta y está cambiando. Quizá ahora la realizan “de manera ficticia porque el proceso virtual no reúne todos los requisitos de un encuentro presencial.
Los niños sí pueden establecer una conversación en línea y comentar sus inquietudes, pero no pueden evaluar muy bien a quién le están diciendo sus cosas, y eso los puede exponer a veces a compartir fotografías e información que lo puede poner en riesgo”.
Rocío Nuricumbo expone que los infantes que viven en ciudades tienen fácil acceso a internet y a otros dispositivos; caso contrario ocurre con los que habitan en el campo, quienes tienen escasa disponibilidad a videojuegos, aunque también requieren quedarse en casa por las altas tasas de violencia.
Sin embargo, los de zonas rurales gozan de más vivencia física presencial y de explorar el medio ambiente. PdC.