Una serie de abrazos…
Ante el vacío de contacto que ha propiciado la pandemia, el afecto y el acercamiento físico, tan sencillo como el de un abrazo, se ha vuelto vital para una sana convivencia y hasta de sobrevivencia para el ser humano.
Y es que abrazar no es cualquier cosa, no es solo rodear con los brazos el cuerpo de una persona; ese contacto físico es tan necesario como dormir, comer o tomar agua.
Los seres humanos sin contacto afectivo tienen un riesgo más alto de enfermarse, incluso de morir; no obstante, algunos pacientes a quienes se les trata de manera afectiva se recuperan más rápido, asegura la profesora de Neuroanatomía Funcional de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, Alicia Castillo Martínez.
Pese a la COVID-19, con toda medida de seguridad, debemos procurar este acercamiento, porque además nos ayuda a secretar hormonas funcionales como la vasopresina (más en los hombres) y la oxitocina (mayor en mujeres), asociadas a “un estado de relajación y a poder crear vínculos”.
No es que con abrazarnos vayamos a resolver la vida, pero si puede hacer la diferencia.
La especialista Alicia Castillo dice que puede ser el principio para “regresar a la estabilidad”. Ayuda a reducir la preocupación y el miedo para activarse en la resolución de conflictos. Incluso, puede ser un elemento que apoye nuestra creatividad.
Sobre los abrazos virtuales, comenta que no tienen ni remotamente el efecto del físico. Sin embargo, si no hay otra opción, este contacto por lo menos activa el rubro cognitivo, “la parte más fría del vínculo”.
Pues asegura que hasta ahora, no hay nada en el mundo virtual que nos dé los beneficios del abrazo en persona.
El contacto afectivo (de familiares, amigos, de la persona amada), indirectamente apoya o facilita la regeneración de nuestras células.
Además, es reconfortante para los adultos porque hay una relación directa entre “la proporción del abrazo” y tres variables psicológicas clave para una buena vida: sentirnos aceptados, amados y reconocidos, explica Alicia Castillo.
También es reconfortante y placentero porque activa el sistema de recompensa que libera dopamina. Cuando abrazamos a la persona amada, se activan neurológicamente tres partes: la afectiva, del deseo y la de la atracción.
Por eso, los abrazos en la pareja son como “fuegos artificiales” porque se activan muchos circuitos neuronales relacionados con la afectividad, admiración y deseo por la otra persona. Es como si el cerebro se encendiera.
Numerosos “centros de placer” (núcleo accumbens, área tegmental ventral, la sustancia nigra y la corteza orbitofrontal) responden placenteramente. Por eso es tan atractivo y, a la vez, tan necesario. PdC.