Una taza de café es la protagonista de muchos relatos.

Ante una taza de café se tejen historias y es testigo mudo de muchas de ellas. Con una taza de café se inicia el día. A veces ligero a veces fuerte. Su calor igual que su olor, te motiva y enciende tus sentidos.

Ante ella todo acontece. Surgen las mejores ideas; se escriben canciones o poemas; nacen proyectos geniales, amistades entrañables y amores totales.

Con cada taza de café se platica; se emprenden proyectos, se toman decisiones, se acuerda, se discute, se enamora, se sueña; pero también se hace política y se “grilla”; se liman asperezas, surgen amores y se terminan relaciones.

Una taza de café calma tu ansiedad; enciende tu ánimo, te lleva a la euforia; acelera tus nervios; pero también te apacigua y te mete a un mundo de sueños.

Todos los días siempre hay alguien que con cada sorbo de café añora un amor, un amigo; los buenos tiempos; además se suspira por un sueño, por una oportunidad o por otra vida. Tomar una taza de café es un buen pretexto para platicar, para dejar volar la imaginación y para el relax o para “chismorrear”.

Degustar un café de la variedad que sea, es un viaje aromático y mágico. Es testigo mudo de grandes negociaciones, pero también de charlas triviales. Con cada sorbo se platican alegrías, pero también se enjuga el llanto de penas sufridas.

Una aromática y caliente taza de café es compañera de largas jornadas laborales, de noches de estudio y trasnochadas; con el café se bajan borracheras y se ahuyenta el sueño, pero también se duerme plácidamente.

Al final del día con una taza de café todo se ve diferente y al día siguiente, con una taza de café tenemos otra oportunidad de volver a soñar y planear. Es testigo mudo de muchas y nuevas historias. PdC.

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