Por Isabela Arenas.
A lo lejos la vi venir. Iba dispuesta a aplastarla.
Ella y sus compañeras habían invadido mi espacio y no estaba dispuesta a permitirlo.
Ya antes lo habían hecho, y aun cuando no estaba muy de acuerdo con su estancia en mi casa, permití que se quedaran.
Lo cierto es que su presencia no creaba estragos, simplemente que no me agradaba verlas deambular por ahí, me incomodaban.
Un día me levanté decidida a echarlas de mis terrenos, pero cuando las busqué para sacarlas, ya no estaban, ya se habían ido.
Aliviada respiré, pues me habían ahorrado la congoja al correrlas, ya que además de saber que son seres muy trabajadores, organizados y limpios, todos en mi casa me lo remarcaban de manera insistente cuando me afloraba la intención de echarlas, y eso provocaba en mi un sentimiento de: “soy cruel, no tengo corazón, soy de lo peor…”.
Por un tiempo se ausentaron y a decir verdad, nunca las extrañé, pues así como a veces llegaban, también se iban.
Como siempre, cada que entraban no pedían autorización para quedarse en mi hogar.
Libres como son ellas y a veces insolentes, iban y venían por todos lados.
Tenían ya tres días que se habían adueñado de una parte de mi casa, pero esta vez estaba más que decidida a correrlas… Por eso cuando la vi venir a lo lejos, a unos cinco pasos de mí, fui dispuesta a terminar con ella.
Cuando la tuve cerca, algo vi que cargaba, mi curiosidad me obligó a hincarme en el piso de la cocina para ver que llevaba encima.
Me quede estupefacta, no podía creer lo que estaba viendo.
El corazón se me partió.
La hormiga que yo pretendía aplastar, caminaba presurosa con el cuerpo de su compañera muerta a cuestas.
Cargaba el cadáver de otra hormiga.
Aunque parezca cursi, un nudo de llanto que contuve inundó mi garganta al ver el acto de nobleza y solidaridad de la hormiga para con uno de sus semejantes.
El acto de compasión que la hormiga tuvo para con su compañera, me impidió ponerle el pie encima; un ser así, aunque fuera un insecto, eso qué importaba, como tampoco importaba si lo había hecho por instinto o porque se yo… simplemente para mí, era un acto de nobleza pura, y un ser vivo como esa hormiga, no merecía morir aplastada…
La hormiga sintió mi presencia amenazante y apresuró su camino, esto provocó que se le cayeran los restos que llevaba acuestas, entonces como ya no la pudo cargar, arrastras se llevó el cuerpo de su compañera muerta…PdC.
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